La expansión y ramificación definitiva del Canal de Navarra no puede frenarse en las puertas de la Ribera y Tierra Estella. El proyecto de la segunda fase, llevando el riego a más 21 mil hectáreas y asegurando también el uso de boca, son indispensables.
No se puede renunciar a los recursos hídricos y los mismos, una vez puestos en servicio como sucedió con Itoiz, deben aprovecharse al máximo nivel.
El Canal de Navarra supone el desarrollo de la riqueza natural con la diversificación de los cultivos, mediante la transformación del secano en regadío. Igualmente supone la mejora de la fauna y flora y el apoyo a la protección medio ambiental ante el cambio climático.
El Canal de Navarra consolidará la industria transformadora del sector primario en la Ribera y permitirá su expansión, sin olvidar que contribuirá a evitar el despoblamiento de los núcleos rurales y la permanencia de los jóvenes en dichos enclaves.
La oportunidad de una financiación mixta de la infraestructura, un 60 % a cargo del Estado y el 40 % restante a Navarra, es un motivo más para seguir apostando por su plena ejecución.
El futuro de las comunicaciones terrestres pasa inexorablemente por un tráfico ferroviario de calidad, versatilidad y altas prestaciones, no sólo de personas, también y fundamentalmente de mercancías.
Aquellas comunidades que no dispongan de un entramado moderno en este sentido se quedarán ancladas y aisladas. Todas las comunidades españolas están luchando por conseguir comunicaciones ferroviarias de alta calidad.
Los ejemplos de Andalucía primero, Cataluña después, y los consiguientes desarrollos, ya avanzados, en Castilla-León, Galicia, o el más reciente, del País Vasco no hacen sino corroborar esta idea.
Con el diseño del corredor del Mediterráneo hacía el eje Atlántico y Cantábrico, Navarra posiciona su apuesta por conseguir que la conexión con el País Vasco y la posterior comunicación con Francia (Europa) llegue a través de la Comunidad Foral.
Con la construcción iniciada, por la desidia y de unos y otros, han quedando aparcados los compromisos adquiridos, y firmados, entre las administraciones del Estado y Navarra. Y mientras tanto la obra ralentizada.
Entretanto, el riesgo de que el Tren de Alta Velocidad llegue al País Vasco desde Aragón a través de La Rioja gana peso y Navarra se expone a quedarse en un islote aislado ferroviariamente, como ya ocurrió en el siglo XIX.
De esta situación, las grandes paganas no son sólo las personas, sino todo el sector industrial que puede perder la red de distribución de mercancías acorde con el siglo XXI.
Dicho de otra forma más contundente, con los impuestos de Navarra y su contribución a las cargas generales del Estado, estaremos financiando estructuras ferroviarias de otras comunidades. Solidaridad económica SI, pero para TODOS.
La construcción del Tren de Alta Velocidad y sus estructuras complementarias sólo pueden aportar y generar riqueza, empleo, e ingresos a la Hacienda Foral.
Si Navarra se queda fuera de la red de transporte ferroviario de mercancías europeas, perderá competitividad empresarial, no habrá interés estratégico para la instalación de nuevas industrias y el riesgo de deslocalización y fuga de las actuales aumentará notablemente.
Existe, y esta en vigor, un compromiso firmado entre las administraciones del Estado y Navarra y en el mismo se especifica que es el Estado, ADIF (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias), quien cubre el 100% de los gastos de la obra. A Navarra se le facultaba a adelantar el proceso y pagarlo, siempre pendiente de recuperar desde el Estado lo invertido.
POR TODO ESTO, es imprescindible EXIGIR el cumplimiento y aceleración de los compromisos adquiridos, para que ADIF desarrolle el Tren de Alta Velocidad en la Comunidad Foral y dentro del eje mediterráneo-cantábrico, con salida a Europa.